¿Cerrar los mercados fronterizos?
¡Qué problema con la frontera! Hoy anuncian la apertura de los mercados, mañana el cierre. Dan la impresión que no tienen idea de qué hacer, como tampoco la han tenido nunca.
El problema es que los Gobiernos dominicano y haitiano, no se han interesado por manejar de manera seria los mercados fronterizos, (y con esto soy conservador, debería decir las relaciones entre ambos países en sentido general).
Con cólera y sin él, se debería comerciar en la frontera, en condiciones higiénicas y de manera organizada y formal. Pero el problema es que ninguna de las características anteriores se cumplen ahora, como tampoco se han cumplido antes.
En el caso dominicano, la frontera se ve como algo lejano: donde termina el país. Más lejos de la capital. Esa concepción discriminatoria, implica menos recursos y menos intervención del Estado con sus políticas públicas. Es estar lejos de los grandes medios de comunicación, de la burocracia estatal (de donde “se hacen los cheques”).
En el lenguaje capitalino, esos pueblos son campos. Campo es sinónimo de atraso. Son los “otros”.
Es risible, como desde los grandes medios capitalinos, ignorantes proponen “cerrar la frontera”, “controlar la frontera”, como si tal cosa fuese posible, y más grave aún, como si eso resolviese el problema.
Para hablar de la frontera, hay que ir a ella. No basta con leer las notas periodísticas ni con ver los reportajes de los canales capitalinos de tv. Lo mismo, para hablar de Haití, necesariamente hay que ir a Haití. Con visitar estos lugares conoceríamos realidades muy tristes, pero realidades.
“Cerrar” en papeles la frontera, en realidad no cierra nada. Mas bien agrava el problema. Esa es una propuesta discriminatoria y muy peligrosa desde el punto de vista de la convivencia pacífica en esa región del país.
Los dominicanos que viven en la franja fronteriza son dependientes del comercio con Haití. Igual, del otro lado, muchos haitianos sobreviven gracias a este comercio.
Cerrar el comercio fronterizo no es sostenible en el tiempo. Y si como dice la OPS, el cólera pudiera persistir por varios años en Haití, más temprano que tarde el comercio debe volver a la “normalidad”, es un tema de vida.
En vez de cierre, la situación actual debería marcar un punto de inflexión en el manejo de la frontera. Hay que construir edificaciones que permitan comerciar en condiciones dignas. Igual se debe propugnar por más formalidad desde el punto de vista económico-legal en el comercio con Haití. Hay que hacer transferencias de tecnología para el manejo de mercancía y para que la regulación migratoria sea más eficiente y transparente. Por último, hay que poner la región fronteriza, en la perspectiva nacional. Y esto último implica invertir en la frontera pensando en el desarrollo humano: salud, educación, empleos dignos, etc. Pero por sobre todas las cosas, hay que acabar con la corrupción en la frontera.
El problema es que los Gobiernos dominicano y haitiano, no se han interesado por manejar de manera seria los mercados fronterizos, (y con esto soy conservador, debería decir las relaciones entre ambos países en sentido general).
Con cólera y sin él, se debería comerciar en la frontera, en condiciones higiénicas y de manera organizada y formal. Pero el problema es que ninguna de las características anteriores se cumplen ahora, como tampoco se han cumplido antes.
En el caso dominicano, la frontera se ve como algo lejano: donde termina el país. Más lejos de la capital. Esa concepción discriminatoria, implica menos recursos y menos intervención del Estado con sus políticas públicas. Es estar lejos de los grandes medios de comunicación, de la burocracia estatal (de donde “se hacen los cheques”).
En el lenguaje capitalino, esos pueblos son campos. Campo es sinónimo de atraso. Son los “otros”.
Es risible, como desde los grandes medios capitalinos, ignorantes proponen “cerrar la frontera”, “controlar la frontera”, como si tal cosa fuese posible, y más grave aún, como si eso resolviese el problema.
Para hablar de la frontera, hay que ir a ella. No basta con leer las notas periodísticas ni con ver los reportajes de los canales capitalinos de tv. Lo mismo, para hablar de Haití, necesariamente hay que ir a Haití. Con visitar estos lugares conoceríamos realidades muy tristes, pero realidades.
“Cerrar” en papeles la frontera, en realidad no cierra nada. Mas bien agrava el problema. Esa es una propuesta discriminatoria y muy peligrosa desde el punto de vista de la convivencia pacífica en esa región del país.
Los dominicanos que viven en la franja fronteriza son dependientes del comercio con Haití. Igual, del otro lado, muchos haitianos sobreviven gracias a este comercio.
Cerrar el comercio fronterizo no es sostenible en el tiempo. Y si como dice la OPS, el cólera pudiera persistir por varios años en Haití, más temprano que tarde el comercio debe volver a la “normalidad”, es un tema de vida.
En vez de cierre, la situación actual debería marcar un punto de inflexión en el manejo de la frontera. Hay que construir edificaciones que permitan comerciar en condiciones dignas. Igual se debe propugnar por más formalidad desde el punto de vista económico-legal en el comercio con Haití. Hay que hacer transferencias de tecnología para el manejo de mercancía y para que la regulación migratoria sea más eficiente y transparente. Por último, hay que poner la región fronteriza, en la perspectiva nacional. Y esto último implica invertir en la frontera pensando en el desarrollo humano: salud, educación, empleos dignos, etc. Pero por sobre todas las cosas, hay que acabar con la corrupción en la frontera.
entrada de José Heriberto Almonte Martínez a las
11:11
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